domingo, 10 de junio de 2007

LA HUELLA DEL SILENCIO

"Las espigadoras" (Millet, 1857)


Se dice que las cosas y las personas más hermosas, pasan por nosotros sin que nos demos cuenta de que ello ocurre. Son pocos los que tienen la sabiduría o intuición suficientes, para percatarse en el momento adecuado de la presencia en sus vidas de personas especiales. Éstas suelen ser gente corriente a la vista de los ajenos a su entorno. Suelen ser humildes, trabajadoras, generosas y con carácter afable pero con fuerte personalidad y aparente seguridad. Sus actitudes y aptitudes dejan una huella particular en el mundo que las vive. Quizás sea cierto aquello de que lo bueno no es tan perceptible como lo malo o lo vulgar.

En ningún momento pretendo poner categorías a las personas que he conocido. Sin embargo, merece la pena hacer una mención y resaltar a aquellos y aquellas que –sin pretenderlo- fueron o son y serán gente “genuina”, única. No todo el mundo tiene la suerte de haber conocido a alguien especial en su vida. Yo soy un afortunado en muchas cosas y una de ellas es haber podido conocer y vivir una persona de las que no pasan inadvertidas y dejan una huella especial.

Hoy solo quiero contar parte de la historia de Juana, una mujer emprendedora y distinta por muchos motivos. Siempre vivió como pensó y sintió. Si tuviera que resaltar algún rasgo de su carácter, diría que fue una mujer luchadora, trabajadora y con una capacidad enorme de amar y “saber estar”. Apenas sabía leer y escribir; su mayor cultura sólo fue el saber vivir y hacer sentir a los que la rodearon lo bueno que hay detrás de casi todo.

Siendo la quinta de siete hermanos, ya desde pequeña sobresalía entre el resto de sus 5 hermanas. No tenía más de 5 años, cuando Sebastián –su padre- la dejaba al cuidado de una piara de cabras pastoreando en el monte. El trabajo duro fue su única educación. Cuando llegaba la hora de vender la cosecha, Sebastián la cogía de su mano y la llevaba consigo a las ferias o molinos, donde pactar el mejor precio que garantizase un buen beneficio para todo el año. Su padre siempre observó en ella una habilidad especial para tratar con las personas y una gran intuición para captar las verdaderas intenciones de sus interlocutores. Siendo una adolescente, Juana era la que aconsejaba a su padre qué decisión tomar, evitando -en algunos casos- incluso que algún personaje sin escrúpulos pretendiese aprovecharse de la necesidad de gente humilde, prometiendo un dinero que nunca pagaría.

Trabajaba en el campo con la misma fortaleza que los varones y todos los que la han conocido recuerdan su poderosa fuerza en los trabajos pesados, sin tener nada que envidiar a ningún hombre. Todo ello sin descuidar ni un ápice su feminidad, porque era una mujer joven y muy atractiva. Sus contemporáneos la recuerdan como temperamental, buena, de andares rápidos y con una fortaleza que parecía no agotarse nunca.

A los 17 años, vino del campo donde vivía a una de las fiestas de su pueblo con el fin de divertirse. Poco sabía de sensaciones y sentimientos aunque era toda una mujer en pleno esplendor. Un joven delgaducho, de orejas despegadas, pero guapetón, ataviado con un pantalón de paño y una camisa blanca, se acercó a Juana invitándola a bailar. Ella, casi de un respingo, rechazó la invitación. Pero al ver en los ojos del joven el semblante de la desilusión, se le removió el corazón y no pudo evitar sentir una sensación extraña en el estómago.

Desde aquel día, en todo momento el rostro de José María se quedó grabado en su mente y en su corazón. Eran tiempos difíciles en los que había que saber elegir muy bien al hombre con el que casarse, o bien lo elegían por ti.

La familia de José era muy humilde, y desde que su abuelo volvió de “hacer las américas”, eran arrieros que daban portes de todo tipo por los que obtenían un salario que apenas alcanzaba para mantener la familia. Juana gozaba de un situación mejor porque su padre estaba encargado de parte de una finca del Duque de la Ahumada y en su casa no faltaba ni comida ni trabajo.

Esa diferencia de status económico creó cierto malestar en la familia cuando tuvieron la noticia de que Juana y José andaban “hablando”. En tales circunstancias, Juana decidió enfrentarse a todos y al “que dirán” tan retrógrado de la época. No había pasado más de un año que se habían conocido, cuando -aprovechando de nuevo unas fiestas populares del pueblo- ambos se fugaron como única salida para vivir su amor.

Las hermanas de Juana la buscaron por todo el pueblo y volvieron desoladas de nuevo al cortijo. No sabían como contar a sus padres lo que había sucedido. Expuesta la noticia, la madre de Juana puso el grito en el cielo; el padre se limitó a decir: “no importa, seguro que vuelve”. Y así fue, volvió a los dos días de haberse fugado y trajo consigo a su hombre; al que siempre amaría. Se casaron, como mandaba la obligación, y tuvieron 6 hijos.

(Continuará)

viernes, 20 de abril de 2007

Durmiendo sólo

Me ha gustado ser parte de tu vida.
Más me habría gustado ser parte de tus noches,
y compartir contigo tus manías.
Me gustaría que me besaras en el …
Me han gustado todos tus detalles.
Hasta he pensado en la forma tonta en que dirías
que como tú no iba a quererme nadie,
por que como yo, nadie te entendería.
Porque aún me tiembla el pulso si te veo.
Y yo sigo aquí durmiendo solo.
Porque aún me duele ese vacío que dejas
en todos mis amaneceres de largas horas.
Del amigo, amor, al amante, amor,
se creció el amor que me consumió.
Y no he querido declarar la guerra a quien nos separaba.

Y te pido aún que me perdones
por fallarte cuando no debía,
por no haber podido estar en fechas señaladas,
por marcharme sin decir nada cuando tanto te amaba.
Frente a frente separados y rotos sin remedio,
te sigo viendo más guapo que hace días.
Mira, yo no quiero equivocarme,
tampoco seguir con mi mentira, mi ilusión, mi fantasía.
Porque aún me tiembla el pulso si te veo.
Y yo sigo aquí durmiendo solo.
Porque aún me duele ese vacío que dejas
en todos mis amaneceres de largas horas.
Del amigo, amor, al amante, amor,
se creció el amor que me consumió.
Y no he querido declarar la guerra a quien nos separaba.

Porque aún me tiembla el pulso si te veo.
Y yo sigo aquí durmiendo solo.
Porque aún me duele ese vacío que dejas
en todos mis amaneceres de largas horas.
Del amigo, amor, al amante, amor,
se creció el amor que me consumió.
Y no he querido declarar la guerra a quien nos separaba.

Estos versos son mi versión arreglada en positivo de una bonita canción de Vanesa Martín. Una voz que he descubierto hace poco, cuyas letras me llegan y me hablan de sensaciones que comparto, incluso me provoca el sentirme protagonista de esos versos. Quizás sea una de las formas de decir “adiós” más hermosas que he oído nunca. Sólo que nunca aprendí ni me enseñaron a hacerlo, y yo ni sé ni quiero decir “adiós” a nada de lo bueno que me sucede, aunque me duela. Cada quién es cada cual y viceversa.

A los que piensan que ando raro últimamente, les diré que tienen razón en esto y en lo que intuyen. No me avergüenza sentir las cosas que siento aunque alternen dicha y dolor por la ausencia. No temo a lo que venga, temo más a lo que no dejamos que venga. No temo a vivir ni a sentir, temo más a dejarme arrastrar y a medrar en la vida.

¿Miedo? Sí, también tengo temor a lo desconocido y al vacío. Sólo que hace tiempo aprendí que ese miedo a lo nuevo no me iba a frenar ni el deseo ni la expectativa de “sentirme vivo”. No me voy a limitar a lamentarme ni a pasearme como un armario de hielo que ni siquiera sabe qué conserva. Ni podré ni querré cambiar determinadas cosas porque prefiero dejar que campee el libre albedrío. Solo así debe llegar lo bueno y lo hermoso a nuestras vidas: con ganas y libre, por voluntad sincera. Puede que me equivoque en mis planteamientos, pero esto es lo que pienso y esto es lo que creo: s
ólo es cuestión de principios. Siempre que la vida llegue fluyendo, con generosidad, sentiré que he vivido.


Amor, que lo que agrada considera
en ajeno poder, su amor declara;
que como la color sale a la cara,
sale a la lengua lo que al alma altera.
No digo más, porque lo más ofendo
desde lo menos, si es que desmerezco
porque del ser dichoso me defiendo.
Esto que entiendo solamente ofrezco;
que lo que no merezco no lo entiendo,
por no dar a entender que lo merezco ».

(El perro del hortelano, Acto I, Lope de Vega)
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(Pinturas del pintor Juan Martínez)

miércoles, 28 de marzo de 2007

Un día gris

"Sueños con palomas" (Orlando Herrera)

El día ha comenzado frío, gris e inexplicablemente silencioso. Lo primero que me he encontrado esta mañana, al comenzar la jornada, ha sido con dos hechos que podría interpretar como un vaticinio aciago. No es que sea supersticioso ni que de crédito a signos ni premoniciones de ningún tipo. Pero no he podido evitar relacionar lo que he visto y el sentimiento que me ha provocado, con pensar que algún significado puede esconder.

En el patio de entrada a mi lugar de trabajo, me he tropezado con una paloma muerta provocándome una sensación de mucha lástima. Se encontraba refugiada bajo unas sillas, como si hubiese estado buscando resguardarse de la noche para mitigar el frío o el dolor que tenía. Cuando la he recogido he tenido la sensación de que no hacía mucho tiempo que había expirado porque aún no estaba del todo rígida ni su tacto era el de la fría muerte. Es como si hubiese estado esperando que alguien llegase a tiempo de socorrerla y darle calor, pero su esperanza no se ha cumplido.

Al comentar el hecho, con una exclamación de desazón y pena, una compañera me ha indicado que posiblemente hubiera otra paloma muerta en uno de los patios interiores. Con la primera en mis manos, me he encaminado a la búsqueda de la otra. Efectivamente había otra paloma muerta, que ayer estaba enferma y que nadie acudió a socorrer. La sensación de extrañeza y de vacío ha sido por partida doble. Las he colocado juntas y envuelto en una indigna bolsa de plástico. Una vez se ha muerto, el cuerpo no importa el destino que tenga. Aunque me han dado ganas de ir donde las he depositado y recogerlas para enterrarlas. He llegado tarde. La limpiadora ya había recogido la bolsa y se la ha llevado para arrojarla a la basura.

Puede parecer una tontería todo esto que cuento, pero se me ha antojado como un suceso extraño que me ha hecho pensar en el simbolismo de esta escena, aunque aún no lo he sabido relacionar. Desde muy antiguo -y así se nos indica en el Antiguo Testamento al narrarnos la historia de Noé- la paloma ha tenido un fuerte significado como símbolo del espíritu bondadoso y la paz. También se la ha interpretado como símbolo de la amistad y del amor generoso de Dios, a través del espíritu.

Ambas criaturas han pasado sus últimos momentos solas, con su dolor y su frío. Ambas estaban en el mismo edificio. Ambas tan cerca y a la vez tan separadas por muros cubiertos. Puede que todo esto tenga algo que ver con hechos que me van a ocurrir y puede que no. Puede que todo sea casualidad y sólo haya sido el motivo de experimentar sensaciones. En cualquier caso siempre habrá quien piense que algo premonizan. Puede que hoy no sea un buen día.

miércoles, 14 de marzo de 2007

Eclipses de luna (II)

(...) Era tarde ya. Ernesto estaba pensando comenzar a escribir aquella novela que durante toda su vida había tenido balbuciendo en su mente. Sería bastante autobiográfica en cuanto al pensamiento sobre las cosas que él consideraba importantes. Pero quería reescribir su historia de manera que pareciese una vida ajena, inventada. Al terminar de escribir el primer folio se había quedado en blanco porque los recuerdos se acumulaban en su mente como una sucesión de imágenes, tan demasiado rápidas que le confundían.

No era ningún recurso original comenzar por su presente, para narrar algo que ni siquiera sabía el tiempo real vivido que iba a reflejar. Posiblemente aquellos momentos más complejos a la vez que los más ricos. Ahora no podía ni quería continuar. Se levantó del ordenador, encendió un cigarrillo y cogió una copa en la que vertió una buena cantidad de ese vino de la Ribera del Duero, que desde hacía años tomaba a diario. Acomodado en la terraza de su ático -mientras contemplaba el hermoso cielo estrellado-, trataba de ordenar su pensamiento y planificar por donde comenzar a construir ese libro, que en esta ocasión sería de un género totalmente distinto a lo que había venido escribiendo durante los últimos 18 años. En el fondo sabía que iba a ser una empresa un poco difícil y deseaba que no le ocurriera lo mismo de siempre. Innumerables veces había planificado y comenzado a construir esa novela, pero siempre era un proyecto que moría antes de comenzar. Como mucho lograba escribir dos o tres folios, que perdía con el tiempo y que no continuaba nunca.

Su labor como docente en la universidad, le obligaba a investigar y a realizar publicaciones científicas y ensayos, sobre distintos aspectos de las artes plásticas y su presencia en las imágenes literarias. En los últimos meses estaba volcado en un estudio-ensayo sobre la luz como elemento fundamental que define los espacios arquitectónicos y conforma la escena, tanto en pintura como en escultura. Era uno de los temas que más le habían interesado desde que inició su labor docente e investigadora. Ahora se encontraba en una situación que le permitía realizar esta investigación con el rigor que siempre había querido darle a sus trabajos. Disponía del tiempo necesario por gozar de un año sabático en la docencia.

Llevaba trabajando en este tema algo más de tres meses y tenía previsto viajar a Italia para tomar apuntes “in situ” de algunos edificios en la zona del Véneto, de Roma y del sur de la península itálica, para compararlos con la edilicia del barroco español. Le interesaba especialmente la huella y la influencia de Guarino Guarini en el sur de España e Italia, por ser ambas regiones meridionales muy similares en varios aspectos y, de alguna manera, por la presencia de la cultura islámica. Estaba convencido de que el modo de hacer musulmán había impregnado de tal manera la construcción y la vida cotidiana de ambos lugares, que la decoración recargada de los edificios barrocos de estos territorios se debía, en gran medida, a la pervivencia y al efecto de lo islámico. Esta tesis encontraría muchos detractores en el mundo académico; tan rígido y poco dado a admitir nuevas posturas, que supusieran un gran cambio en los principios establecidos. Por ello debía recurrir a la evidencia plástica, interrelacionando ejemplos reales de construcciones de ambas épocas y países.

Lo que realmente perseguía con este trabajo, era llegar a ser nombrado miembro emérito de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, como premio a su labor investigadora de los últimos años. Hacía poco más de dos años había sido postulado para esta mención por la Academia de las Bellas Artes y Letras de Santa Isabel de Hungría en Sevilla, pero la reconocida la labor de un colega suyo -en el ámbito de la arquitectura moderna andaluza- inclinó la balanza de ese lado. No es que este reconocimiento fuese una meta conscientemente propuesta, ni siquiera era algo que considerase de vital importancia en su carrera. Pero sabía que una mención de tal prestigio supondría un mayor reconocimiento de todo lo que había publicado durante su periplo académico y podría permitirle una situación laboral más cómoda, ahora que ya se acercaba el momento de abandonar las aulas porque su jubilación estaba cercana.

Entretenido en estos pensamientos, no se había dado cuenta de que rondaban las tres de la madrugada y que al día siguiente debería acudir a la Facultad para cerrar algunos asuntos pendientes, antes de viajar a Italia. Tomó el resto del vino que tenía en la copa, conectó el sistema automático de riego de las plantas que decoraban la terraza y se retiró a su habitación a dormir.
A la mañana siguiente, siguiendo la costumbre diaria, inició el grato paseo por el centro de la ciudad que le conducía hasta la Facultad. Su casa estaba en pleno casco histórico de Alcalá de Henares en uno de esos edificios emblemáticos que habían sido rehabilitados, dentro del patio y corral del antiguo Colegio de los Irlandeses -del que ya solo quedaba la fachada y una de las pandas del patio central que se usaba como biblioteca pública-. Al profesor Marín le gustaba salir por la Calle Mayor -haciendo un camino más largo que si salía por la calle Escritorios- y pararse a tomar su primer café en la popular y antigua cafetería El Postre, que se encontraba en la esquina con la plaza de Cervantes.

Esa mañana tomó el café con mayor rapidez que otros días porque tenía numerosos asuntos que atender en su despacho. Atravesó la plaza y, por la calle del arquitecto Pedro Gumiel, en pocos minutos accedió a la Universidad Cisneriana -como se la conocía popularmente-, edificio donde se encuentra la Facultad y su despacho. (...)

Sebastián Bermúdez H.

(El profesor Ernesto Marín Cifuentes, se ha empeñado en que cuente su historia. No sé las ganas que tendré, ni siquiera si podré hacerlo. Amigo lector, te apetece saber qué ha sido de este hombre? Pues házmelo saber)

jueves, 8 de marzo de 2007

Eclipses de luna

Esta madrugada del 7 de marzo de 2027, ha tenido lugar un eclipse total de luna, con la magia que los amantes o crédulos del esoterismo otorgan a este acontecimiento astrológico. Hace algo más de 22 años que no se producía este hecho. Aún recuerdo que tuve la oportunidad de ver el anterior eclipse y, desde entonces, no he podido olvidar ni desacostumbrarme de un sentimiento de nostalgia que ha formado parte de mí estos largos cuatro lustros.

Tengo 60 años, un trabajo cómodo y una vida cómoda. Sin altibajos ni sorpresas. Pero me encuentro sólo. Amores y pasiones pasajeras no me han faltado a lo largo de estos años. Por todas ellas siempre pasé de puntillas. Lo cierto es que me encuentro tan vacío y sólo como lo hice siem
pre.

Quizás vivo lo que he querido sentir y disfrutar. Aunque en mis adentros siempre he tenido la sensación de dejarme llevar por las necesidades de los otros y aparcar mis verdaderos deseos y sentimientos. Supongo que mucha gente está hecha de la misma masa que yo. He intentado no herir ni hacer daño a nadie, pero no lo he conseguido. No es que pretendiera ser mejor que nadie, sino más bien por egoísmo propio. Por no tener remordimientos ni pesares de ningún tipo. Seguro que tengo más enemigos de los que me he buscado y seguro que muchos de ellos se deben a la falta de voluntad por aclarar determinadas cosas. Reconozco que nada de eso fue premeditado. Solo fueron circunstancias poco afortunadas en las que me ví envuelto. Posiblemente pude hacer algo para remediar las tensiones o diferencias y no supe verlo. No tengo costumbre de culpar a nadie de lo que ni yo mismo acerté a ver o corregir.

Lo que más me subyuga y aturde es tener constancia de que muchas de las cosas buenas que pude vivir, no las viví por malentendidas cuestiones de orgullo y una pública soberbia, que realmente enmascaraba la ridícula timidez que ha condicionado todos mis actos. Quizás los que me han conocido se han hecho un retrato equivocado de mi forma de ser, pero tampoco les puedo culpar porque ellos han visto sólo lo que yo quise que vieran. Nunca entenderé porqué nos parapetamos detrás de una falsa coraza intentando protegernos de todo, incluso de aquello de lo que no necesitamos protección, sino más bien un empujón. Ese ha sido mi caso, como el de muchas otras personas con las que he compartido, aunque sólo haya sido un mismo espacio físico, sin siquiera conocerlas.

Nos vamos rodeando de cosas y pensamientos que nos provocan cierto bienestar momentáneo, como la droga que calma los escalofríos y calambres. Pero siempre dejamos de lado aquello que más necesitamos o es más importante. Nos suele faltar tiempo para expresar el cariño, la amistad o el amor. Siempre dije que haría lo posible por no cantar aquello de “no quiero arrepentirme yo después, de lo que pudo haber sido y no fue….”, pero no es cierto. Han tenido que pasar más de 20 años para que deba reconocer que sí lo he cantado durante todo este tiempo y que no hice cuanto pude por evitarlo. Muchas veces, en mi silencio, he tarareado estrofas como “quiero dormir cansado para no pensar en ti, quiero dormir profundamente…” o aquello de “porque este terco corazón no te olvida…”. Durante estos años sólo he tenido compañeros sin mucha huella y compañías del momento. No he encontrado la magia que me embriagara y sometiese mi rebeldía. Me he limitado a pasar de puntillas por casi todas las cosas, sin querer hacer ruido y sin querer dejar ningún tipo de huella en nada ni en nadie.

Ni quiero ni pretendo arrepentirme de nada, porque todo lo que viví tuvo su poco o mucho eco y me sirvió para conocer que estaba viviendo. Eso no quiere decir que no me embargue el hastío por haber dejado pasar cosas, que realmente quise que se detuvieran en mí. Tuve grandes oportunidades de ser feliz con una persona tan sencillamente especial que nunca pude conocer a otra que me hiciera olvidar su estigma. No le culpo por haberse marchado. Fui yo quien le dejó ir, aún sabiendo q
ue me entregaba lo mejor y que sólo estaba esperando un gesto, una palabra de verdad de mis labios, para quedarse junto a mí. Reconozco que he sido cobarde y me he merecido tener la vida que he tenido. Pudo ser tan fácil y tan simple ser feliz, que lo desprecié. Preferí quedarme con lo que estaba agotado, que terminó desapareciendo como una pavesa encarnada que se lleva el viento. Pocas veces he vuelto a tener noticias suyas. Sé que se limitó a vivir lo que el tiempo le regaló y también sé que nunca se sintió feliz. Fuimos como dos almas gemelas que se encontraron, se entregaron y casi se destruyeron. Almas que desde entonces han vagado sin rumbo, perdidas y sin remedio.

Me hubiera gustado haber tenido una segunda oportunidad y poder volver en el tiempo. Quisiera reescribir mi historia y evitar cometer algunos errores. La tecnología todavía no ha avanzado lo suficiente como para desintegrarnos en minúsculas partículas que poder transportar en el tiempo, que con fuerza propia puedan recomponerse en otro tiempo y lugar. De ser así, seguramente dejaría que muchas cosas ocurrieran como han ocurrido; pero no habría dejado pasar la única oportunidad que he tenido de intentar compartir de verdad y ser feliz. No sé hasta donde habríamos podido llegar, pero sé que habría merecido la pena intentarlo y dejarnos llevar por el tiempo. Incluso, aunque la tediosa costumbre nos hubiera llevado al abandono y al fin de la historia; siempre conservaría el buen sabor de boca de haber vivido una pasión que pocas personas tienen oportunidad de disfrutar.
(...) To be continued
Sebastián Bermúdez Hormigo

miércoles, 21 de febrero de 2007

Stanza della Signatura, "Escuela de Atenas", Rafael 1511

CARTA DE RAFAEL A BALDASSARE DI CASTIGLIONE (1514)
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"Señor Conde: he hecho dibujos de varias maneras sobre la invención de V.S. y satisfecho a todos, si no todos son aduladores, pero no a satisfacción de mi propio juicio, pues temo no satisfacer el vuestro. Os lo mando para que V.S. elije alguno, si alguno es estimado digno.
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Nuestro Señor, con honrarme, ha puesto un gran peso sobre mis espaldas. Este es el cuidado de la fábrica de San Pedro. Espero no caer bajo él y más cuando el modelo que he hecho a satisfecho a Su Santidad y es elogiado por muchos bellos ingenios. Pero yo me elevo con el pensamiento más arriba. Quisiera encontrar las bellas formas de los edificios antiguos, pero no sé si el vuelo será el de Ícaro. Me da gran luz Vitruvio, pero no tanta que sea suficiente.
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De la Galatea me consideraría gran maestro, si existieran la mitad de las cosas que V.S. me escribe; pero en vuestras palabras reconozco el amor que me dispensa y os digo que, para pintar una bella, me haría falta ver varias bellas, con la condición de que V.S. se encontrara conmigo para hacer la elección de lo mejor. Pero con la carestía de bellos juicios y bellas mujeres, me sirvo de cierta Idea que me viene a la mente. Si ésta tiene en sí alguna excelencia, no lo sé, pero me afano para que la tenga…"

El hecho de que transcriba esta breve carta del gran Rafael Sanzio a su amigo y, a veces, benefactor el Conde de Castiglione, no es otro que el de ilustrar documentalmente cúal era la verdadera preocupación del pintor humanista por la consecución de las “bellas formas”. Se trata de representar y plasmar la “belleza ideal”, como concepto fundamental del pensamiento neoplatónico, que otorga carácter propio a las artes plásticas del renacimiento italiano. Todo el texto nos aporta una información valiosa; no obstante, adrede he remarcado aquellas frases que mejor nos permiten comprender la esencia del neoplatonismo y el pensamiento artístico a comienzos del Cinquecentto.

La carta está escrita justo en el momento en que Julio II le ha encargado que continúe con la decoración mural de las “Stanze” del Palazzo Vaticano -aposentos privados del pontífice-. Tras el éxito del artista en la decoración de la “Stanza Della Signatura” en la que ha pintado al fresco la magnífica “Escuela de Atenas” (1511), entre 1511 y 1514 pintará la "Stanza del Heliodoro". En la decoración de las estancias, la ambientación arquitectónica se convierte en cita de la antigüedad clásica y constituye el marco del espacio idealizado que logra alcanzar -con gran maestría- la tridimensionalidad en el espacio. Las arquitecturas fingidas tienen tanto valor como los personajes ilustres que se representan, y sin éstas la profundidad y la ampliación visual del espacio no tendría efecto.

Por otro lado, es en 1514 cuando realiza el retrato de Baldassare de Castiglione y comenzará una de las facetas menos conocidas del pintor: su labor como arquitecto en la obra de la Basílica de San Pietro, sustituyendo a Bramante. Encargo al que se refiere en el segundo párrafo de la carta. No es de extrañar que sustituya a Bramante, pues es de todos conocida su amistad con el arquitecto y la relación profesional tan estrecha que ambos mantenían. Como también es sabido que Bramante siempre mantuvo relaciones tensas, casi de enemistad, con el genial Miguel Angel , que en esos momentos estaba decorando al fresco la bóveda de la Capilla Sixtina.

Es por ello que Rafael comenta en su carta que está preocupado por los diseños arquitectónicos que está realizando para la obra del mayor edificio de la cristiandad: la enorme basílica que albergará el Trono de Pedro. La preocupación del artista radica en diseñar y representar de forma veraz los estilemas de la arquitectura clásica, que observa diariamente por las ruinas de la Roma Imperial, pero cuyo estado de destrucción le impiden tener una referencia completa de la estética de los edificios. Por ello recurre al gran tratadista de arquitectura Marco Vitruvio Pollión (siglo I d.C.), cuyo tratado “DE ARCHITTETURA”, ha sido la referencia clave de la arquitectura en “il rinascimento” de la antigüedad, sirviendo como libro de cabecera y fuente de inspiración de otros tratadistas italianos de los siglos XV y XVI como Leo Battista Alberti, Pietro Cataneo, Andrea Palladio, Sebastiano Serlio,....

Su huella como arquitecto podemos observarla en la capilla Chigi, en la iglesia romana de Santa María del Popolo, en el desaparecido Palacio Branconio, la iglesia de San Eligio de los Orfebres y la villa Madama, en la falda del monte Mario, que son las obras más importantes que realizó Rafael dentro de la arquitectura, recibiendo todo tipo de honores y llegando a ser nombrado conservador de las antigüedades romanas. El 6 de abril de 1520 falleció Rafael en Roma, a los 37 años, sin poder disfrutar de todos los elogios y parabienes que le esperaban, admirado por su cortesía y generosidad.

En su pintura permite integrar las influencias de los mejores maestros de su tiempo, resultando un estilo personal que ha marcado a numerosas generaciones de artistas. De su etapa florentina conviene destacar un interesante número de retratos en los que introduce la captación psicológica del modelo, elemento que mantendrá constante a lo largo de su producción artística.

En el primer párrafo de la carta hace referencia clara al retrato del Conde de Castiglione que tiene encargado, enviando a Baldassare algunos “disegni” para que su comitente y amigo elija el que se ajuste más al “decoro del arte de la pintura”. El retrato de este famoso humanista italiano nos ha proporcionado una imagen para la posteridad que, de alguna manera, inmortaliza a Baldassare di Castiglione.

Baltasar de Castiglione (1478-1529), escritor italiano, autor de "El Cortesano", describe el ideal de vida del Renacimiento y propugna un modelo de caballero que responde a las inquietudes y a la visión del mundo que se tenía en su tiempo. El caballero perfecto debe ser tan experto en las armas como en las letras, saber conversar y tratar con sus semejantes, especialmente con las damas, y tañer algún instrumento musical.

Lo más significativo del lienzo pintado por Rafael son la serenidad y la seguridad del personaje representado, frente a los espectadores. Es en esa serenidad y en su mirada donde reside la captación de la esencia del personaje como hombre. Rafael representa la personalidad del retratado a través de la mirada, incluso de los ropajes que denotan una determinada posición social, pero le otorga el protagonismo y la seguridad de la sabiduría. Si algo distingue al señor de Castiglione, no es su rango social elevado, sino su individualidad que encarna el sentido del Humanismo, del hombre versado y culto capaz de dirigir su destino y ajeno a otro tipo de pasiones mundanas.
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lunes, 19 de febrero de 2007


(Noviembre 2004)


Yo creía… Tú creíste…
Pensamos ambos y...
ese fue nuestro error.
Hoy sé que tú estás en mí.
Aunque me niegues, sin remedio, estoy en tí.
Cuanto más te olvido, más te recuerdo.
Cuanto más te ignoro, más te adentras.
Cuanto más me aparto, más cerca te siento.
Cuanto más te niego, más evidente te haces.
Cuanto más me obligo en aborrecerte, más te amo.
Cuanto más lejos…
Más cerca estás.
Cuanta más distancia y tiempo, más me dueles.
Ojos inquisitorios, que me miráis de soslayo.
Ojos esquivos que, sin querer, llago.
(Pintura de www.artelibre.net)